Y además quería el primero de julio,
cuando se pone claro otra vez después de la
lluvia
y el sol bañaba en oro sillas en el
comedor,
brotando sobre aristas cristalinas.
¡Oh, como respiráis las cosas desechadas de
esta casa vieja:
postales, música y baluartes de libros!
Se dirigía todo a que por nada y en secreto
un mundo desde el aire yo erigiría.
¿Y que más cabe en el son cantante
galifardo?
El juego ondulante de torácicas corrientes…
Y ni un rublo de la ciencia escéptica,
y ni un kopek de bienes perdurables.
Más abocadas son palabras veraniegas
que el mismo verano. Toma una copa
de vino y travesea un poquito. Termina el
rizo
de tu manuscrito con caricia del último
saludo.
¡Ya ven, la noche! ¡Qué bien hecha es tu
costumbre,
mi amiguito-grillo, pequeño jugador mayor!
Es que vivir se puede solo del sonido, no
de alegoría,
y esperar de nuevo un susurro matutino
pajarero:
“El julio-junio, julio-junio, julio…”
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