Te he buscado, Señor, por mil caminos,
|
por rutas de delirio y de remanso.
|
Cubrí con mi cayado suelos fríos
|
y recorrí las cuestas sin descanso.
|
|
¿Dónde encontrar el Reino de los cielos?
|
Subí, bajé, crucé, devota, alerta,
|
en pos de indicios ciertos,
valederos,
|
que al punto condujeran
a Tu puerta.
|
|
¿El mundo perdió a Dios? ¡Lo he preguntado
|
desde hace tanto tiempo! ¡De tan lejos!
|
Mas hoy me han despertado las auroras
|
|
y el vívido arrebol de
sus reflejos,
|
me hicieron vislumbrar tu Reino amado
|
¡en mi castillo interno, donde moras!
|