Cuando me fui del todo
no hubo quien
diera cuenta por mi…
Solía llegar
a la puerta haciendo piruetas
al cabo no
dudé en prender la regadera
martillar el
alambre desprendido de la cerca
incluso
engrasar los bornes
prendidos al viejo
portón…
La fronda de
aquel árbol me cubrió una y tantas veces
que al
avanzar rumbo
a la larga e
insolente calle
me acostumbré
al andar paso a paso
hasta que la
tierra húbose agotado…
Frente a mí
el hielo
eterno de la montaña
atrás un
largo vacío…
Fue
entonces imposible volver…