Se han secado las lágrimas. Y el viento
Está fluyendo
entre las ramas. La lluvia en retirada
Nubla la lejanía.
Mira –
Hay como un respiro en el
aire, una bruma
Que apenas devuelve contornos
de lo visible
El grito de un ave es casi
inaudible, el aire temblando
Está,
Caen las últimas gotas,
pinocha, follaje
Dejan caer la humedad
abundante. Presión volandera
De la letra que tiene la vida
forestal. Un salinero
Liberó la luz y al
tentar el vasto espacio con sus
rayos
Cura despacio los restos de
transpiraciones. El diluvio
Ha dejado la memoria en
tintas blanquecinas,
uniendo
la infusión de todos los
lineamientos, al tono
de vislumbre del cristal
marino, quieto
éxodo
de eternos movimientos, la
titilación, el parpadeo
de pestañas,
a través de la ceguedad, las
lágrimas, que escribe
con una mano débil lo fuerte
en lo diferente:
el coro jubiloso
completa inexplicablemente la
paz de lo habitual,
captando a través de
contraluz lo que ha logrado
escabullirse
en una huella, salinas
chorreaduras,
un halo,
una sed lo que se ha quedado
como arena
arrastrada con el susurro de la lluvia desde la carne de la tierra.
Traducción de Sergei Batonov