Y así, de
pronto, tus recuerdos pasan a ser mi único bien. Me aferro a ellos y me atrevo
a engañarme, dándoles realidad de presente. Descubro que juntando lo habitual
de tu figura con el misterio, hace más tolerable el agujero del pecho.
Te presto mi
cotidianidad para que sigas viviendo y si cocino, tú eres la que coloca la sal,
si hay música tú eres la que canta y si escribo tú la que me lees. Si por un
momento esta cabeza desjuiciada ajusta los tiempos y desapareces, me quedo
temblando; como una hoja otoñal, temiendo soltar su rama.
Ese helado
instante, hace mella en el vestido que coloqué a tu fantasma. Y eres tú la hoja
que no regresa a mi árbol desnudo, mientras crece el miedo (que me come a
pedazos) de que tu rostro, como esas fotografías antiguas, vaya
desvaneciéndose.
Bella y sentida poesía. Especial como todo lo que escribes Nery. Tienes una gran sensibilidad. Me gusta mucho tus cuentos y tus poesías.
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