Hay algo perverso en esta inexactitud:
tengo dos corazones
y hoy entregaron su primera
sangre.
Los extendí. Los miré a contraluz.
Les daba vueltas como a dos cajas
imposibles de abrir
y que no sabemos qué contienen
o como a dos pájaros
a los que debemos extraerles la espina que los atraviesa.
Quise ofrecerles aire y agua pero
no tenían boca.
Quise explicarles lo que no puede explicarse.
Quise besarlos
y ellos se revolvían como dos imanes enloquecidos.
Tengo dos corazones
y hoy salieron por mi espalda
abriendo la carne como un
remordimiento
o una revocación.
Yo los vi perderse abrazados
entre la niebla
y los charcos fosforescentes de la calle
sin darse la vuelta para mirarme:
dejaban un reguero de sangre
como el más largo
y solo camino
para llegar a todo.