Los
silencios se agigantan,
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son símbolos escapándose de las manos.
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La bóveda
celeste cruje, se estremece
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y en su alucinada locura,
viste de fuego
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las
frondosas cabelleras de los sauces.
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Enfebrecido
yace el pensamiento,
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desde su
núcleo palpitante, el ojo atento observa
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cada
partícula que masivamente invade,
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la luz se
hace negra, como sus enormes ojeras
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descontrolada,
es así la reacción en cadena…
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En un
espacio atemporal o quizás
inexistente,
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recorriendo tableros que se expanden y estallan,
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energías
furiosa, consumiendo raíz y cabeza,
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en
progresión creciente de átomos que colisionan…
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Entre
nebulosas memorias grabadas quedan
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sus
insignias, el lecho y el confesionario.
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Turgentes
los pálidos picos asoman,
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su vigorosa
presencia, una nueva contracción
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ritmo
infernal desestabilizando los
sentidos.
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Convulsionando
a cada arremetida de la esfera de fuego
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Extinguiéndose
hasta médula, para volverse a encender.
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“Hay un
conjunto de sucesos, una región del espacio-tiempo,
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de la que
no es posible escapar…lo que se halla afirmado después,
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a mí poco
me importa. Tú encendiste la mecha”
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