Pon tu mano cálida sobre la
frente
hazme creer que es la primera
vez
que acaricias a alguien así.
Pon esas manos ásperas sobre
mis ojos
oculta el silencio obscuro
dentro tuyo
abrázame, y déjame llorar.
Deja mis lágrimas secas,
envenenadas
fundirse en charcos barrosos
en el gemido de los
antepasados
en el lloriquear de los
recién nacidos.
Lágrimas sin prisa, caen
raudamente, lágrimas que
alguna vez podrán
transformarse en llanto de
alegría,
en un himno feliz a los pies
del amor.
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