Sueño con alcanzar
las cumbres necesarias,
pero mis pies están atados
a los cordones del barro.
Todo paso me es pesado.
Asciendo en círculos
para llegar a la torre altiva,
atalaya de esperanzas
de sueños que no se rompen.
Quiero traspasar la barrera del sonido
pero me aturden
mis propios gritos desconcertados.
No consigo levantar un palmo de la tierra
y caigo a plomo
en el lado de la impotencia,
en el lodo de la indiferencia.
Tantos años
ejercitando alturas
para estar ya perdiendo centímetros
y no terminar nunca
de aprender a volar.
Aficionada, aprendiz, asceta,
siempre a la búsqueda
de un dios impío
que ni ayuda ni se desvela,
mientras las gotas de mi clepsidra
se deslizan entre unos dedos
preocupados e inconscientes,
que bautizan muñecas
y no moldean imágenes
dignas de ninguna memoria.
Soy tan poca cosa,
que ha llegado 2022
y sigo sin creer
y sin crecer
lo suficiente.
1 de enero de 2022
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