Aquí estás otra vez,
odiosa
indeseable,
demoliendo los
pilares
de cualquier tarde
feliz
arpía de las patrañas
y estúpidas
disculpas,
esgrimes grandilocuente
mensajes de bien común,
que solo ocultan
indecentes deseos
de desmesurados bienes
propios.
Has vuelto
derribando los muros
de los hogares
tranquilos,
donde habitaba la
sonrisa,
decolorando alegrías
que fueron sonoras,
desmantelando la
vida llena
y sus quehaceres
cotidianos,
destrozando presentes
y proyectos
hasta reducirlos a
polvo de pesadilla,
dinamitando esperanzas
que se hacen añicos
entre el miedo de los
edificios arrasados,
disolviendo gotas de
tristeza en la sangre
que difícilmente volverá
a palpitar
latidos que no sean
de horror,
diseminando odios
que se retuercen
a través de enconadas
raíces
y emponzoñan la
tierra
por generaciones.
Caín redivivo,
jinete de la
impiedad desbocada,
enloquecido traidor,
maltratador de
ilusiones,
asesino de sueños de
amor,
que solo aspira a coleccionar
muertos.
Y llegas obsceno para
cercenar
las manos que fueron
amigas,
las almas que fueron
hermanas,
los pasos que se
dieron unidos
y renaces siempre
como un repulsivo
antifénix.
Aquí estás,
regodeándote
de tu poder supremo,
de tu nueva conquista
esa que te
engrandece unos años
y te hace pequeño en
la historia,
esa que solo se
sacia con los indefensos,
inocentes e inermes,
y colma de heridas, dolor
y muerte
a la maltrecha humanidad.
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