Vamos contando guayacanes, vemos
catorce a la bajada de Quinchía.
El Carambá ( o el Ingrumá ) nos vio. Siempre sabemos
avivar hacia un cerro la alegría.
Setenta y cinco van, no lo creemos.
Vamos pasando Anserma todavía.
A la derecha el amarillo olemos,
setenta y siete hasta Belén de Umbría.
Amarillo amarillo silfo al viento.
Azul sílfide azul cobalto duro.
Amarillo de azul recogimiento.
Párvulos vamos al andar seguro.
Y de pronto en el muro, ¡ incendiamiento !
vemos el ciento dos, por sobre el muro.
Maga de la Mar.
Mi siempre recordada Alquimista, Maga de la Palabra. Siempre te sigo donde quiera que veo tu nombre. Has sido gran ejemplo para miles y especialmente para mí. Hermoso este poema. Me recuerda una de nuestras tertulias cuando hicimos algunos Haikus y no faltaron sobre los guayacanes que se veían imponentes desde aquel balcón en una casita que si mal no recuerdo queda en el Barrio Prado, donde sus anfitriones nos acogieron y cuando pude conocerte más. En este poema el viaje es perfecto y completo. Pude ver todos y cada uno de esos hermosos guayacanes mientras te imaginaba declamándolo con tu voz tierna, firme y convincente.
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