Te he borrado de todos mis registros
para que de tu paso por mi vida
no quede la más mínima constancia.
Los textos de nuestras conversaciones,
trufados de insinuaciones y dobles
sentidos, son solo archivos vacíos.
Los itinerarios que recorrimos,
la noche de nuestra primera cita
o el día de nuestro último reencuentro,
son apenas rastros difuminados
por las huellas de otros desconocidos.
Olvidé incluso el olor de tu cuerpo
y el de aquel extraño perfume galo
convertido en título de poema.
Ya no recuerdo siquiera el sabor
salado y embriagador de tu sexo,
venero y manantial vitalizador
en el que nunca lograré saciarme.
Los surcos de tus uñas en mi espalda
se cubrieron de una capa de olvido.
Sería incapaz de distinguir el tacto
de tu piel del de otros cuerpos amados.
Fuiste quizá un espejismo fugaz,
una mera recreación de mi mente,
un fatal engaño de los sentidos
o el mero efecto alucinatorio
del mezcal discurriendo por mis venas.
No sé cómo definir sensaciones,
recuerdos y besos inexistentes.
Creo que soñé esa mirada tan triste,
esa aparente fragilidad tuya,
tu inmensa necesidad de cariño
y la infantil cerrazón de tus manos.
Jamás puede ser real una historia
surgida en la resaca de un verso,
con tales dosis de pasión que habría
logrado trastocar nuestras vidas.
Conclusión: no es aconsejable mezclar
güisqui, vino, tequila reposado
y ron añejo, porque es fácil perder
la cordura, el equilibrio y el control
del personaje que encarnamos todos.
Aunque siempre podremos argumentar
que aquellos actos de ebria inconsciencia
solo fueron quizá fruto de nuestra
incontrolada
y loca imaginación.
4 de diciembre de 2022
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