Una línea en un poema,
la noche entera, absoluta,
una ráfaga de felicidad sin
paliativos
peinando la piel,
todas las emociones que a veces
nos regala la naturaleza
orgullosa de sus prodigios,
generosa,
matrona, madrina, acogedora.
Viento, viento, viento
y mar del trópico,
una luna incipiente,
una radio cercana
que tranquiliza la noche
ante la incontestable negritud
del universo.
Dormimos en esta proa terrena
que trae el mar a bocanadas,
dormimos soñando
sueños enredados en la realidad,
sueños que no quieren otra cosa,
que abrazarse aquí y ahora,
que no desean más que soñar
realidades,
sueños que persiguen la certeza
de que los sueños a veces nos
habitan
y sólo queremos que duren más,
que duren, que duren,
que duren como el viento de
Kribi.
Y sólo queremos que
milagrosamente
y contra natura
los sueños se multipliquen,
pervivan,
que este presente trasgresor
invada lentamente
el futuro y lo contamine
y le haga descarrilar de
plenitud,
-no hay tiempo porque hay viento-
Que dure, que dure, que dure
el sueño,
el viento amigo y sensual,
polifónico y oceánico
de la
noche en el mar de Kribi.
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