para aquellos que, sea donde sea, han de morir solos
Fría
la estancia
las paredes blancas
Sólo
audible
el eco de la soledad
Ni
una palabra cariñosa
ni un cálido abrazo
Sólo
el tiempo
un grifo en el que gotea
la cuenta atrás
Y
nadie llama a la puerta
nadie que esperes
nadie, salvo la muerte.
(Traducción de Rafael
Carcelén en colaboración con el autor)
Triste, casi deprimente, pero bien logrado. No podemos eludir la realidad.
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