Nadie sabe que profunda y larga
se tornó la
hora de la tarde,
ni el aroma
que desprendía la rosa
ni la boca
que en silencio arde
pensando en
el beso que acosa
la plenitud
de humedad sin derramen.
Nadie sabe lo
que siente un cuerpo
cuando lo
penetra el cuchillo del aire
ni el aliento
del vaho en las sombras
ni la brisa
que acaricia una carne
que se
estremece cual pálida hoja
agitada por
viento de nadie.
Nadie sabe
del olor de jazmines
que evapora
el calor de un talle
al rozar unas
manos con ganas
ni de los
ojos que cerrados abren
estelas de
lumbre en los confines
esperando que
el fuego se apague.
Excelente, hermoso poema. Nostalgia y bellísimo versar completan un cuadro digno de colgarlo en un corazón triste para renovar sus esperanzas. Felicitaciones, Clotilde.
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