Amo tu boca en la que se esconde el pez
que cogiste en el río
convenientemente aderezado
y con la pizca de azúcar
que tu lengua le pone encima.
Amo tus labios que se empapan
con el aliño de las ensaladas
por donde navegan pequeños pimientos
pero también algunas estrellas
diminutas
y todo un cortejo de miel de tilo.
Amo tu lengua porque simplemente
paladea
los arándanos y su avena
porque busca tenazmente las enzimas
con las que transforma las hortalizas
en una vida provechosa
así se cubra de relucientes lagos de
saliva
pues creo que de esa manera luce
excitante
para la portada de la revista aquella
donde muy pronto aparecerá
mostrando toda su carne compasiva
y el esplendor de sus papilas.
Amo esos labios que descubren
tus dientes magníficos
incluso cuando me muerdes
aún cuando arrancas trozos de mí
para mejorar tu dieta.
Amo tu boca cuando pronuncia mi
nombre
y lo convierte en un exótico menú
apetito carnal de las últimas horas
del día
todo en ascuas todo con azufre todo a
vapor
sin ninguna nube que enturbie
mi contemplación de la sangre que
gotea
desde mi boca hacia la tuya.
Mas no tolero la sevicia con la que
aceitas
mi turbio corazón cuando te apetece
lánguida deidad de la furia digestiva
pues insistes en usarme como un
bocadillo
en los insípidos convites
donde haces rodar mantel abajo
a todos los seres sometidos a tu
canibalismo.
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