Antes de la era de la coca plástica,
en
medio de la totuma,
la
cuchara de palo y la tinaja de barro,
reinaba
la batea.
Horizontal,
en el regazo de la abuela,
quien
despepitaba achotes, pelaba mafafas,
y
enfriaba las cucas recién horneadas.
Desde
una repisa de ollas con el palote
atravesado,
guardaba
la memoria de los dulces de Semana Santa;
era
el escondite perfecto de estas místicas ricuras.
Hoy,
lejos
de la cocina,
abandonada
en el patio,
con
el vientre roto,
amasa
los sueños de la infancia
y el recuerdo de la abuela que ya partió.
0 comentarios :
Publicar un comentario