Ya no le temo a los agujeros
de las paredes cuarteadas
por donde brotan los muertos
que gimen con urgencia su desdicha.
Ya no le temo a las tardes
vestidas de ausencia
que aprietan tu olvido
en la estantería del Amor.
Ya no le temo a la lluvia
que no cesa y se hace gorrión
en la memoria de mi noche
cuando roza el amanecer.
Ya no le temo al silencio
que ronda entre el ulula del búho
y el murmullo de la hojarasca,
ni al relámpago fulminante,
ni a los postigos donde se asoman los muertos,
ni a la travesía que roe la vida,
porque ahora viajo de tu mano…
soledad.
Encantada de leerla! Felicitaciones! Me gusto mucho el final.
ResponderEliminarMuchas gracias Fannito por tu comentario. Allí en ese final vive la soledad
ResponderEliminarMuy bonito poema, Doña María. La felicito.
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