Yo no debía acercarme a ti
ni por las palabras,
no debía rozarte
por no distraer tus cuidados,
por no enredar tus labores,
por no entender aún más
el laberinto perfecto de tu
mente.
Yo no quería más que mirarte
con los codos apoyados
y los ojos grandes,
beberte el pensamiento,
adelantarme a él,
llevarme a casa alguna de tus
cargas,
fotografiar tu sonrisa
y guardarla para siempre en mi
cartera.
Yo no tenía más que la memoria
de los velados secretos,
la emoción de los sueños
y la incesante espera,
la realidad dura y feliz del
tiempo.
Yo no temía más que la torpeza
de mis años ciegos,
la irreflexión de mi conducta
o la fatalidad de los
sentimientos,
el dolor de los demás
y además, la distancia.
Yo no podía darte más
que una compañía sembrada
de una obra corta,
pequeña, repartida en otros,
casi robada para ti
demasiado diferente,
demasiado inaceptable,
recuerdas cuando Alfonso dijo:
“pero dios mío,
¿qué está diciendo esta mujer?”
Yo no tenía más para ofrecer
que un corazón cansado,
ilusionado una y otra vez
por ver tus ojos.
Yo no pedía antes,
pero ahora tengo un almacén de
instancias:
déjame acompañarte,
hazme huésped principal de tus
dominios,
llévame de la mano por las
moradas
de tu casa,
que es mi alma,
pierde la memoria del tiempo que
falta
porque pasó
para disfrutar del que aún no ha
venido,
guíame porque estoy ciega
y, sobre todo,
sonríe.
Un poema cargado de sensibilidad y de requerimientos de un amor puro y distante
ResponderEliminarHermosisimo poema! No me extraña de la conocida porta, fotógrafa y gestora cultural Gloria Nistal. Felicidades.
ResponderEliminarGloria: Muy grato es leerte. Gracias por compartir tu canto poético, de todo mi gusto.
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