Vuelve a su alma, a su peligro eterno.
Martín Adán
Se hacían llamar Soldados de Cuerpos libres. Trataron
De humillar tu alma
incandescente. Y te lanzaron
Al canal Landwehr, por
donde el Spree corre sin prisa, no lejos
Del puente Cornelio donde
ahora crecen rosas como banderolas.
Horas después, la
misma suerte corrió Liebknecht, el fiel
Camarada. Y no descansaron
hasta dar muerte
A tu amigo Leo, que te amó
con y sin espinas. Apenas
Quedó de ella un pendiente
de oro, sus guantes gastados,
Retazos de aquel vestido
con el que desafiaba el invierno de Berlín
Y la chispa inoxidable de
sus mejores sueños. Dijiste
Que todo había que
debatirlo, incluso tus cartas
En donde brillaba la
poesía, la música y el runrún popular.
Los viajes no le eran
ajenos. Mucho menos la prédica inagotable,
Sin importar las tormentas
ni el hambre ni los intolerantes.
Lo tuyo era el rigor y la
frescura de la espontaneidad y pensar
De manera diferente. Su
gramática tenía un aroma más exquisito,
A ratos ingobernable. Ah,
Rosa tú, melancólica rosa de mis recuerdos:
Tu nombre es una
llamarada, un perfume que aún seduce
Como lo hubiese dicho un
poeta de las Antillas
Que también Caribe llaman.
Rosa tú,
Nuevos Soldados de Cuerpos
Libres orquestan
Como hienas hambrientas
Tus honras fúnebres. Aún
te calumnian y acribillan
En las redes y con memes.
Hay testigos.
Ahora que el tren me ha
dejado en Luxemburgo
No sé en qué lengua
hablarte.
Pero tu conoces mis
credenciales,
Mi escritura, mis zapatos
Rotos de tanto buscarte para incendiar estas praderas.
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