La calma se posa sobre la noche plateada.
Beso infinito de tinieblas
donde la memoria
es ya olvido.
Lejos,
Andrómeda observa.
Un resplandor deslumbra a un alma
y atraviesa el recuerdo
que vaga por las soledades
buscando eternamente
a un semejante.
El corazón se llena de fantasmas
fecundando sombras en el pecho
mientras las estrellas
las alumbran.
Visiono
el encuentro con la noche
¡ Oh, Hijo del Cosmos !
y desde lo profundo de mi ser
brota un himno a la vida,
a su enigma y brillo,
a mis padres ya muertos,
a mis héroes y amigos,
agradecido por darme el gozo
de hermanarme al universo,
remolino de vida,
que lo traga todo
con amor,
sin piedad.
Creí por un momento,
tras mucho meditar,
que la noche me daba su secreto.
Fui entonces
Dios de la creación,
la fuerza
que hizo nacer todo
como al principio de los tiempos.
Mas
todo fue solo ilusión pasajera.
Aún
sigo absorto
contemplando en silencio
el misterio nocturno.
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