Un ebrio mira la tormenta doméstica de una taberna.
Un ángel pasa llevando su luz por una mesa.
Una botella vuela.
Un estibador pronuncia un juramento.
La prostituta del vestido de percal se derrumba
en la barra de los vagabundos
mostrando sus pechos blancos como dos meteoritos de
mármol.
La magnolia del bodegón decae.
Un plan para asaltar un banco concluye entre
maldiciones
brindis
y manotazos.
Una mariposa de aluminio se posa en una botella.
El mozo pasea una sábana de niebla por la humedad
vespertina
de
las mesas
para borrar el último fantasma del miedo.
Los relojes enloquecen.
Las sombras de Bretón de Vallejo de Safo y de Catulo
se arrastran por el aserrín de la taberna
como un perfecto escupitajo.
Alguien grita un verso.
Un hombre se arroja por una ventana
y todos pueden ver que vuela.
El alcohol hierve en las cuencas de los ojos
de un par de marineros ebrios.
Cuatro personas se disputan un travesti.
Salta una cuchilla y una gota de sangre se sepulta
entre los vasos de cerveza.
El poeta sacude los hombros.
Dos autos hacen sonar sus bocinas en el universo
apagado
que se agazapa tras la puerta.
Un perro aúlla una canción mexicana.
Un disco de vinilo gira como un planeta lejano y
desconocido.
Alguien pretende leer un libro pero las grafías
escapan
como las cucarachas de un pozo negro.
Una mano se desliza bajo el vestido de una dama.
El cantante de boleros confunde la letra de su tema
con un bostezo.
Se juega una furiosa partida de naipes.
Dos dados manchados de sangre ruedan bajo las mesas.
Una muchacha muy pálida grita ¡Salud! bajándose el
corpiño.
Alguien trata de suicidarse en el baño de la cantina
murmurando
una plegaria
que desde aquí nadie entiende.
La voz de Frank Sinatra se desgasta en una rocola
que con sus luces que se encienden y se apagan
parece una ciudad insomne.
Un moribundo lanza una blasfemia y un mendigo se
persigna
inmediatamente
cuestionando la posibilidad cartesiana de que dios
exista
o que sea un invento de nuestra borrachera.
Afuera llueve. Adentro todos cantan.
Y en mitad de todo este universo de muerte y
maravilla
un garabato de pétalos arrugados se arrastra sobre
la mesa:
acaba de nacer la palabra
el
poeta escribe sus versos.
Tremendo grafiti poético, mi estimado Kike....
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