Él tenía miedo de mi amor.
Deseaba que lo amara menos y así me lo hacía saber.
Tu amor es imposible,
no puedo corresponderte decía.
Le fascinaba el género epistolar:
con su mano izquierda me daba afectuosos
golpecitos en la cabeza,
con la derecha escribía cartas
a su amante de turno.
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