Orgabardo, el abuelo de ojos cuneiformes,
soñó que
hervía patatas y pescado
para su tenue
y alada mujer;
pero al
despertar bañado por la lluvia
de asco,
vio que la
sangre, ligera
como peces de
mercurio, huía
de sus axilas;
y las
apestadas balas de los soldados
seguían aún
perforando su antigua piel.
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