Es sencillo,
yo no fuerzo
nada,
tú estás ahí y todo se recompone,
ya soy tu
pertenencia,
aunque lo
niegue.
Quizá nunca te
diga nada
ni una palabra
salga de mis labios,
quizá nunca lo
sepas,
pero me
resultará complicado
detener este
amor hecho torrente,
este impulso
imparable hacia tu abrazo.
Te voy
conociendo
y a borbotones me disuelvo
en tu mirada,
me desintegro y
me reparto en alientos.
Los trozos
esparcidos
y la sangre
derramada
pueblan las
duras estancias exteriores,
pero tú
recoges, paciente,
los restos de
todas las batallas,
acaricias mis heridas, las mimas
y mis arterias
laten enamoradas
en un pulso enloquecido,
que ya forma
parte necesaria
de tus más íntimas entrañas.
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