Llevar el peso de la humanidad
En los hombros humillados,
La marca indeleble grabada
En algún rincón ancestral
Del aura.
Crecer en avatares y contratiempos,
Sentir todo el dolor de los atardeceres,
Asumir como propia la responsabilidad
De la naturaleza
Que arde y aúlla
Clamando compasión y venganza,
Germen de maravillas,
Semilla de prodigios,
Orgullo de la galaxia.
Vivir en un alter ego gigante
Que no llega a estrella enana,
Planeta azul Oscuro, casi negro.
Y no ser nada
Cuando cae la cortina de la noche
Y la soledad.
Pertenecer a una raza impía,
Al sexo puro,
Participar en las etnias
Que perfeccionan
Las artes de la guerra.
Ser capaz de la risa y la amistad.
Capullo que se desvela y eclosiona
En el milagro diario
De nombrar la perfección de la rosa Y todas las flores del mal.
Poder atravesar océanos,
Trascender atmósferas,
Con gotas de sudor
Y siglos de vigilia.
Y no ser nada
Cuando cae la cortina de la noche
Y el silencio.
Reloj que se derrite
En pulsos amorosos
Y se congela
En desgracias insospechadas.
Animal que sigue sobreviviendo
Frente a su fragilidad.
Aleph de las contradicciones,
Demiurgo de distopías,
Estandarte de la ternura y el rencor,
Adoradora de lo efímero,
Verdugo catártico,
Reina de la banalidad,
Minucioso orfebre de sadismos,
Amante infinita.
Y no ser nada
Cuando cae la cortina de la noche
Y el olvido.
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