Atados al borde del bosque,
los caballos permanecen pensativos,
mientras mastican lentamente
manojos de sueños.
Observo sus bocas con dientes
amarillos y anchos,
y los veo rumiar,
como perdidos en secretas
y amargas reflexiones.
No traguen – los insto
-,
escupan,
griten,
hagan espuma
con sus bocas,
no se dejen
envenenar como tantos otros,
con los
dulces y amargos
secretos del amor.
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