Me pregunto ¿qué hacías
en sueños trepada a mi cuello?
Parecías una bufanda de animal print.
Al principio sin riesgo para mí
Al percibir tu frío supe que eras
tan real como mi sueño de horror.
¿Qué hacías enroscada en mi dormir?
Me conmovió el terror de verte
bien acomodada cerca a mi rostro.
Mis ojos no podían creer tu presencia.
Espantosa y gigante por demás.
Menos mal no se te ocurrió apretarme.
Lucías tranquila, sin obedecer a tu condición.
Era yo el animal capaz de expulsarte
con la violencia que puse para arrancarte
de mi nuca donde hallaste,
de manera atrevida, nido.
¿Qué hacías en torno a mí?
Ibas a matarme o simplemente asustarme?
Lograste lo segundo, pero no caí en tus garras.
Pude desprenderme de ti de un tirón.
Te expulsé con la fuerza de mi ser
como se arranca lo pérfido
que nos habita
cuando la conciencia lo indica.
Indefensa, te vi tirada en el suelo.
Suplicabas retornar al calor de mi piel.
Te dejé plantada en el piso mirándome
cual arma dominada que ya no reviste peligro.
Sin embargo, tu imagen me persigue
y me sigo preguntando ¿cómo llegaste a mi cuello?
Sin permiso. ¿Qué mensajes traías? en posición
tan ajustada a mis arterias.
¡Hubieras podido matarme!
No lo hiciste, tampoco lo intentaste.
Imagino, tenías la intención de prevenirme sobre
el dolor que la partida de los seres queridos trae.
Exorcicé tu presencia.
Mi cuello no quedó con tu marca.
Sólo mi alma que aún inquieta
se sigue cuestionando ¿por qué?
haces esas cosas al
perturbar el sueño.
Debe ser reparador.
Te perdono, reptil.
Arribaste a mis orillas para sanar la herida
que no me hiciste tú.
Tu presión liberó mi mal.
Gracias, boa, por haber curado pesadumbres.
Eras una más de ellas,
para poder deshacerme de pensamientos
que al alma tocan con su flauta de dolor.
Fuiste su fiel representación.
Boa, que no te quiero mía. ¡Ni en sueños!
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