Aquellas mulillas de hierro y fuego,
en escaldas de arrastre,
pasos inciertos,
bajo el vertical tamiz en hilachas de oro
entrecruzando la maleza,
por donde ella,
toda cesta,
fruta entera,
olor a enhebro y canela,
a dulces de miel,
mira a reojo,
mientras mis bestias cubren el horizonte
desgranando sones y versos
que no escucha en su suave andar,
requiebros de cintura
coquetería en viernes y
otra vez la tarde
mi afán interrumpido por su cintura...
sin esas mulas,
sin ese color a muescas
no volvería
para que sus ojos
en inédita sombra de ayer,
ignoraran los golpes a cascos encadenados…
ajena la pendiente
por donde pierdo razón y ciencia
mirando sus pies desnudos
cabellera al viento
ojos de plenilunio
cayendo junto a la luna
en abril y junio
mientras en eterna distancia
sueño con sus manos
con un simple gesto
imposible de ser…
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