Un día mi madre dijo
que
papá era un monstruo.
Empecé
a observarlo a escondidas
tratando
de encontrar evidencias
tal
vez unos cuernos una cola unos colmillos
o
un número impreso en la cabeza
Nada
encontraba aparte de la creciente calvicie
los brillantes anteojos
el
terrible aliento y las extremidades macilentas
No
—insistía mi madre— él es malo
siempre
nos miente
no
nos quiere
¡ya
vas a ver!
Entonces
dejé de acercarme
Hasta
que tuve que mudarme con el monstruo
cobijarme
bajo su ala de dragón
sentarme
a su mesa
y esperar...
Nada
ocurrió
sus
maldades eran poca cosa
solo
él creía sus mentiras
Dejó
de asustarme el viejo monstruo
dejé
de temerle
de
odiarlo hasta empecé a quererlo
Pero
ser la cría de un monstruo
por
tanto tiempo
tiene
consecuencias:
ahora mis hijos me
temen a mí
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