Despierto húmeda como soñado.
La piel me susurra
sus revuelos.
Dormida conoció varios
con metáforas que a la vagina
la cargaron de poesía.
Ya con los párpados abiertos
dejo que a mi telón de carne
acudan nuevos versos.
Anhelo darle su lugar a mi intimidad
al bautizar parte de mi cuerpo
con imágenes de quimeras.
Escondite de la alquimia.
Esbozo del mimo.
Marea de halagos.
Talismán del regodeo.
Mina de sortilegios.
Eco que divaga.
Duende retozón.
País de las maravillas.
Río de la pesca milagrosa.
Vecindario de la emoción.
El cantar de los cantares,
recogido en mi interior.
Lira de inconfesables sonidos.
Palacio de la princesa que soy.
En tono sensato
me caben las alegorías
que de la mano me lleven
al ícono de los arrumacos.
Igual que a la prisión de las fantasías
donde me imagino como
recóndito ente que halla su voz.
La frecuencia de un diálogo,
anfitrión de la fiesta
que hago cuando me dispongo
a celebrar los antojos
de mi niña interna
al descubrir el paraíso de la lujuria.
Nubes en turbulencia.
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