viernes, 24 de noviembre de 2023

DUENDE DE MEDIANOCHE por HUGO E. LEGUIZAMÓN

 El sendero se ha poblado

de celestes sagitarios

Tras mío, un ángel sin alas

que extravió la tarde

sigue mis pasos...

Con manos de alabastro

ejecuta una bella partitura 

de cordajes medievales 

 

La acera centenaria

quedó sin caminantes

y en lo alto

grandes ventanas abren 

sus bocas umbrías

Respiran, 

desde góticos pulmones

exhalando un enigma

de claustros y arcanos                         

misterios seculares

 

Me detengo,

miro los alféizares desnudos

el simétrico bostezo 

de grandes ojivas,

su quietud monacal

Todo es recogimiento 

La brisa nocturna

un lejano rumor de calles

La íntima candidez 

de sutiles fragancias

que abrazan los muros

                   del monasterio

 

¿Por qué estoy aquí? 

¿Qué me trajo a este sitio rescatado del tiempo?

El ángel ya no está 

                 a mis espaldas

No sé de su destino

 

Al cabo,

intuyo que algo habrá 

de anunciarse

Lo percibo a mi alrededor,

al trasponer las verjas 

con la mirada...

En el mecer de los paraísos, 

junto a senderos y jardines  

de húmeda paz

                     ensombrecidos

 

Vuelvo a observar...

entonces, 

a la luz de un quinqué,

de gasa y azul

un vuelo de cortinas 

ingrávido y gentil

me da la medianoche 

    







1 comentario :

  1. Este poema muestra una descripción de una soledad profunda. Nostalgia y maestría a la par. Me encanta.

    ResponderEliminar