jueves, 31 de diciembre de 2015

MAGDALENA por Rebeca Urbina


Maestro,

invoco tu palabra
hecha carne para poseerme
tu sermón todopoderoso de los tres minutos
tu milagrosa conversión de la saliva en agua ardiente
tus manos sanadoras para purificar mi sudor
tu sed para saciar como buena samaritana
tu media sonrisa al derrumbar mi mercado de idolatrías
tu cielo prometido tan alcanzable
una dos y hasta tres veces
tu transfiguración en tantos cuerpos
en tantos hombres
tu pasión, agonía y resurrección en mi cuerpo
el descanso en tu reino hasta que suene el despertador
tu parábolas de despedida frente a la cama

Poeta: No soy digna de que entres en mi cuerpo
Pero una palabra tuya bastará para que no importe.

En “Camping en el país de las maravillas”






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