lunes, 7 de diciembre de 2015

EL FRASCO DEL ALIENTO por Carlos López Degregori



Es la tarde y yo camino contigo prendido del pulgar hasta el gabinete que siempre está cerrado.

Te miro flotando en el mandil: contando los matraces, las chispas, las probetas: arrancando extrañas flores de láudano y mercurio: removiendo las nieblas que alargan sus manos desesperadas, los olores imposibles, los órganos que duermen aprisionados en los vidrios. Y arriba, en el anaquel más alto y escondido, ese único frasco entre los frascos lleno de un líquido azul que no puedo dejar de mirar.

Esta noche, cuando todos estén dormidos, una voz desde el sueño me dirá: bebe del frasco del aliento.

Será un llamado o un destino. Yo robaré las llaves. Avanzaré por la casa crecida en la oscuridad siguiendo unas palabras azules.

En el gabinete, atravesado de flores y de manos de niebla, un resplandor me estará aguardando con sus labios de vidrio entreabiertos.


De "Retratos de un caído resplandor".



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