Fuimos con Ruth a buscarte en la mesa de un parque
donde el viento barría sin estruendo
las pavorosas confidencias de estos días
echándolas a rodar sobre el césped terso
como inútiles bolas de papel.
A lo lejos un traslúcido estanque de agua
reflejaba nuestra prisa por llegar a verte
entre estructuras abandonadas de metal
y árboles de
follaje desfalleciente.
Pero la fiesta no era nuestra
y entre los libros que hojeamos en los tendidos
de los libreros de viejo
no había uno solo de los tuyos
ninguna flor con tu nombre en latín
tampoco esas fotografías en sepia
donde solías aparecer sonriendo con tus alumnos
o manejando tu camioneta
al filo de aquellos precipicios de la cerreta al norte.
La tarde brillaba innecesariamente
tu recuerdo nos abordaba con su inmensa música.
Tristeza
solo
un lago de confusa y lenta tristeza.
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