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En una bahía sin nombre
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navegué en la cadencia
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de tus curvilíneas caderas
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arribando feliz a tu paraíso.
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Tus refulgentes muslos
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se escurrían por mis manos
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como mis relamidos besos
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en tus erguidos pezones.
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Me hundí en tus honduras
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calando tu fruto maduro
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en un puerto que extravió
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su nombre en una noche.
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Del
libro: “A la Amante”

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