Para
Lea, mi madre que se llevó el Alzheimer
¿Sabes madre…
que un lazo de araucarias
envuelve mi ventana,
y que inmóviles sombras
vienen a evocarte
como dulces espinos del ayer?
¿Sabes?...
Yo les llamo la envoltura del alba,
el sortilegio que arrastra
lánguidamente
aquellos silencios abandonados
de la noche…
cuando tu soledad agonizaba
fuera del tiempo,
lejos de mis manos
y de mis ojos clavados en ti
para dejarte la última mirada,
el inútil reposo
de una caricia en la frente
¡Y fueron tantos días…
donde poco a poco
tu memoria se hizo misterio,
tu palabra mudez,
congelada ternura
de rostros y aniversarios
Transcurrir,
de simples historias
hacia un difuso barranco
de olvidados duelos
de confusas Navidades
con pesebres y mesas,
y tus nueces en el mantel!
¿Sabes?...
¡Nunca te dije
que allá en Carmelo,
trepado a tus brazos,
tal vez me haya sentido
mas cerca del cielo,
deslumbrada mi inocencia
por un sol pueril…
tus pasos en la arena
y el agua ancha del río
que traspuse como en sueños!
Nunca supiste madre
que asomo a mi ventana
y soy hoja caída
de todas las arboledas…
y pienso en esas sombras,
en la inextricable región
donde cayeron tus luceros,
los verdes parques que amabas
y el tierno designio
de inaugurar mi corazón
con un soplo de vida,
y arrimarle fragancias
a escaso tiempo…
de mi primer primavera
Comentario de Ana María Intilli para Hugo E. Leguizamón.
ResponderEliminarAsomada a un sueño. Evocar a la madre, fuente de vida, de amor. Evocarla en el inevitable ocaso, afligida por la enfermedad. Recuperarla tal y como fue, y amarla.