No hay minuto de la vida
que no esté bien calculado,
el brillo de la mirada para cargar
las caricias del que me dice su dueño.
A lo lejos espectros susurrantes
dibujan los bordes delirantes del empeño.
Y siento como calculan este bendito silencio
para labrar la sonrisa,
para decir los ¨te quieros¨
bañados del sudor fuerte
provocado por mis besos.
Todo cuadra bendecido,
hasta en la siembra del huerto
donde nacen ruiseñores,
donde se murió mi perro.
En los domingos tranquilos
es cuando más lo venero
porque siento sus caricias
penetrarme hasta los huesos.
Todo está bien calculado
y yo vivo en mis silencios
agradecida del viento
que sopla sobre mi vientre
donde se engendra el paisaje
que guarda nuestros anhelos.
Tengo corales de amor entre los dedos.