Exploración adámica
Hubo
un tiempo
en
que me tuve por estatua.
Sonreía
como la nieve
que
magnifica las alturas.
Me
veían y me saludaban
por
si acaso fuera un hombre.
Dejaban
a mis pies
sus
zapatos viejos
ahora
que querían recorrer el mundo.
Pintaban
arengas y manifiestos
en
mi pecho
y
luego me preguntaban,
por
lo bajo,
si
me agradaba la vida.
Hubo
un tiempo
en
que fui estatua,
pero
ahora salí un poco de ella
como
la humanidad saldrá muy luego:
es
preciso salir de las estatuas
para
conocer nuestro ardid de hombres enclaustrados,
nuestro
parecido con los dioses.
Es
preciso salir de las estatuas
para
salir del viento y del frío.
Porque
es preciso, por sobre todo,
salir
del autismo.
Hubo
un tiempo
en
que yo fui el mayor de los dioses,
pero
hoy asumo
la
levedad del signo humano
y
la fragilidad de la esperanza
y
que acaso sea la esperanza
lo
único que me incorporé
al
salir de mí mismo
y
al encontrarme conmigo y con el enemigo
bajo
el árbol prohibido y fructuoso
y
casi sin mirarme al ombligo.
Manuel Alduino (Montevideo)
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