Una voz surge de unos labios
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y al suelo se precipita.
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No existe un céfiro de oriente
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que hacia ti la impulse.
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Tus oídos creen que no te llamo,
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que tu nombre he olvidado.
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Simplemente por aparente tristeza
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también el viento ha cesado
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de arrastrar mi voz con tu nombre
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nacido e intencionado
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con un fervor como el que reza.
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Ni siquiera la rosa de los vientos
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puede darme explicación, la razón
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por la que ni aun la brisa del albor
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transfiere, desde mis labios,
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tu siempre recordado dulce nombre.
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Todos los vientos y las brisas conspiran.
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Hasta los incoloros céfiros nocturnos
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se guardan de mí para frustrar
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un mensaje de pura ilusión
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y de amor irrestricto que quiere volar.
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5-23-14 ehvs
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