No a la oscuridad que me hace caer
al pisar suelos ilusorios.
No a la oscuridad que llevan
las almas egoístas con odio en sus entrañas.
Sí la oscuridad que me deja disfrutar
de la luz de las estrellas
que pueblan el firmamento y la regalan.
Sí a la oscuridad que en noche plenilunar,
al mirar por mi ventana,
me sorprende la enigmática claridad
de una luna llena y plateada
sembrando en mi alma
un impetuoso deseo de caminar
en la fresca y solitaria madrugada
que pinta de misterio y luz callada,
y que por ser luna, nos regala.
Sí a la ausencia de técnicas luces.
No a callejuelas
sobre-iluminadas.
No a estorbos para el ojo humano
que la excedida brillantez le causa.
Ehvs 10’26’17
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