Para todos los niños desheredados del mundo.
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PRÓLOGO
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Tú me pediste
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extendiendo tu adelgazada mano
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una ayuda.
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“Una ayuda”, dijiste;
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dijiste quedo, quedo…
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Entonces huí.
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NUDO
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PRIMER TIEMPO
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En las esquinas, entre la gente,
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un muro invisible separaba
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tus ojos, en los escaparates.
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Y tu mirada adosaba
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la ilusión, ciertamente,
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de paraísos soñada,
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de juguetes, turrones,
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golosos reyes.
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Niña tú, hoy mirabas,
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ausente entre la gente,
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muchos soles.
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SEGUNDO TIEMPO
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Estaciones de autobuses.
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Se amontona, se adormece la tarde.
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Esquinas. Sueños. Bares.
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Por el vitral, la luna.
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Resbalan cirios y moscas,
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fanfarrias, músicas, zambombas,
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sonoros cascabeles.
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Navegan tus ojos
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por la tarde
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y los cristales,
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y tu mirada me recuerda
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la lejanía y la muerte.
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TERCER TIEMPO
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Asfalto. Suelo. Farolas en la calle.
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Nada más.
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Se despueblan abrigos,
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sueños, voces, gritos.
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Desde los altos andamios
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abre una rosa,
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se desmorona la tarde.
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En el desdén, las manos;
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la voz en mi garganta.
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Tú, mi niña,
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entre las esquinas pasas.
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La luz herida. Cuadernos Espartaria
Todos los derechos reservados
Jesús Cánovas Martínez©

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