lunes, 17 de agosto de 2015

A veces… por Ernesto Lobo


A veces, cuando la ciudad calla, me digo:
es el preludio del caos,
Entonces recojo mis pasos,
restriego las manos en las paredes
sintiendo los rugosos grumos de cemento para luego
recordar las manos de papá
golpeteando el cilindro rojo, volteando un balde
diluyendo la mezcla,
Son cosas que de un golpe se vienen cuando choco frontal
la nostalgia de un lejano abril
bajo las brumas que llegan hablándome de un mundo
de piedras y lodo
detrás de las abras andinas…
Tierra arriba, el gran farallón, la planicie de maíz,
los cuadrantes de alfalfa,
el rumor de ovejas, los ladridos a caña hueca
de mis perros girando bajo las largas canillas
de mi inquieta cabalgadura y, de golpe,
los viejos armatostes azul naranja cruzando la calle
con esos rostros cansinos de lacrimales ojos
con tan  vacíos sueños
¿En dónde los trinos de las calandrias
el vuelo del cóndor, la carrera de las vizcachas?
Ya no importa, corro unos metros, la acera se rompe
bajo mis pies,
de un salto la lata,
los escalones
muchas espaldas dobladas, unas monedas que ruedan
manos enjutas envueltas en la locura
mientras la ciudad gira estremecida por sus metales
el humo, las frituras y el silbato que nada cambia
Allí me he ido perdiendo sin mirar atrás
nadie me sigue en pos de aquella frontera
en que la mudez es un don incidental
un ser sin sonido ni palabras
una sombra que se pega al paredón…

A veces, cuando la ciudad calla,
siento que los vientos son ajenas ánimas que buscan
decirme cosas al oído para no dejarme morir
mientras el ruido crece
royéndome las entrañas, pero ello es tan solo,
cuando distante,
la ciudad calla…




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