Cuando cayó el primer rayo,
Alina se encontraba a cien
kilómetros del arcoíris
Sus cabellos revueltos
iban escapándose del viejo elástico gastado, deshilachado
Las primeras gotas de
tormenta le besaron la sien
Las segundas, la palma
de la mano con la que tentaba recoger sus dorados hilos rebeldes de cada día
Alina andaba siempre
alegre, despeinándose la vida
Saboreando el gusto a fresas
y menta silvestres impregnado en su enredadera de paja
Cuando cayó el segundo
rayo,
Don Picudo Jilguero,
muy puntual y laborioso, destejía ciertos nudos angustiados por la humedad
Aquellos irremediables,
le servían de cálida guarida en días como hoy
Antes del inicio del
torrente
Las diminutas sombras a
sus pies se fueron convirtiendo en espejismos del horizonte
El arcoíris se replegó ante el gris y blanco en los ojos grandes de
Alina
Y cuando el cielo se
cuarteo en un suspiro mojado
Cayó el tercer – y ultimo-
rayo
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