viernes, 17 de abril de 2015

Duelo por Paco García


Cuánta falta me hacen mis hermanos
sus brazos enlazados a la luz de la luna
izada como una vieja bandera de recuerdos,
pero no sabía que habían muerto.
Sólo me ausenté en el breve instante en que caían las piedras desde el cielo,
no quería hacerlo, y menos al ver a mamá dormitando en su albina escalera,
-la cama de mi padre sepultada entre flores y azucenas-
mamatía cerrando las puertas que dan al cielo, en este día extraño, moribundo.
 
Y ya ven. Todo pasó sin que nos diéramos cuenta.
Los he llamado dulcemente por sus nombres, pero no vienen,
ni dejan siquiera tocar sus alas de plumas saladas
ni el viento mojado de la playa me los trae hasta ahora.
 
Ayer estábamos saltando aquellos muros, los cuatro juntitos,
como cuatro veleros nocturnos que se alejan;
y todo era risa en el trino del misterioso eucalipto de la casa,
todo era azul.
Y ahora sangre.


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