Mi dolor se ilumina como sangre
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desierta.
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Baja como lluvia seca aurorada
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frente a ese montículo de niños
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tumba-umas, de casas
sin puertas
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con nombres desfigurados y
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apellidos enterrados.
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La calle también es privada
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y tienes que vivir bajo los puentes,
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abrigadito con la mortecina luz
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de tus negras costras habladoras.
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Niño de la nada,
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del cerro, el pedregal, el polvo,
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la orilla y el puente.
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Los molestas como moscas
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