Náufrago de ti mismo,
perdido
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Entre los frutos del mar
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Y aquel alfabeto que no entiendes,
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No sales de tu asombro
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Ni de las olas
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Que te arrastran más y más y aún más.
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Y bebes la última copa de vino,
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El beso feroz del tiempo:
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Esa fugaz eternidad
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Que empiezas a contar como un boxeador
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Herido en la lona
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Donde relampagueas como un carbón
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Húmedo, tratando
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De no extinguirte, esperando
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Con rabia mal disimulada
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La cuenta de 7, 8, 9,
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10, ¡fuera! ante el aplauso
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Canalla del olvido.
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