A veces me detengo en las
esquinas a mirar los periódicos del día
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con la absurda esperanza de
verte en alguna de las fotos
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que cuelgan como banderas
renegridas en los quioscos
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esa especie de modernos barcos
piratas
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portadores de malas noticias
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de secretos inconfesables
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y descubro con sorpresa
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que tu nombre no flamea en
ninguno de sus titulares
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cuando debiera aparecer –por lo
menos- en las páginas consagradas
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a los milagros
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aunque todos sabemos que tales
portentos
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no son moneda corriente hoy en
día
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y que la gente prefiere las
desgracias que le ocurren a sus semejantes
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las crónicas domésticas de la
guerra
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las historias de los amores
desdichados.
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Con todo
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no se me pasa esta tonta costumbre
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y es muy usual verme ardiendo en
alguna esquina
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con los bolsillos llenos de
amapolas de plomo
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mordiendo las letras de molde
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hecho una estatua de cera muy
próxima al suicidio
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incandescente casi
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casi
sin voz ni sueño
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sin poder dormir hasta hallar la
sagrada sílaba
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de tu nombre.
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