Lavaban las
doncellas y fluía
un guijarro
amarillo. Presagiaba
la vibración
solar de una alegría
de un océano
distinto. Se allegaba
limpio el
primer amar y se esparcía
el iris en
el agua. Comenzaba
la Gracia de
Afrodita y era el día
un álamo de
luz, si umbra daba.
Al parpado
le vi. Aun dormía,
Al desamparo
naufrago del Hado.
Aún de limo
el sueño y manta había
limpia para
su cuerpo bien amado.
Al palacio
llegó, madre tejía.
Él era el
mar, un mar, recién hallado.
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