Traducción de Luis Raúl Calvo
Hablando con la blanca pared
trato de regresar-a través del caparazón inmaculado-
al pasado, hasta la hora, el minuto, el lugar
al pasado, hasta la hora, el minuto, el lugar
donde hemos quedado hace cuatro meses
y medio atrás.
Trato de volver a encontrar sobre el cielo vacío
las burbujas coloreadas de jabón
que te rodeaban en aquel entonces
como una aureola milagrosa,
fugaz, dándote el aspecto de ángel-demonio
con los mechones ondeando en el viento,
flotando sin querer hacia mí.
De todo eso
quedó solo la nada:
la blanca pared
que yo araño y muerdo,
un hombre apurado mirándome con ojos de acero
a través de las pestañas,
contemplándome, divirtiéndose en observar
el curso del tiempo detrás de mi pelo
riéndose como un niño que arranca las alas de la
mariposa,
una tras otra.
Tal vez solo la arruga nueva y profunda
entre sus cejas
une -como una zanja cavada penosamente-
este maniquí de cera
al hombre de carne, piel y alma
que fue
hace solamente cuatro meses
y catorce días.
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